CARTA A LOS REYES MAGOS

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Para el nuevo año pido mucho, y algunas de mis peticiones dependen más de mi voluntad que de factores externos, así que tendré que arremangarme para regalarme un año más dichoso. La infelicidad es tan poderosa como ubicua e inoportuna, uno llega a aceptarla como compañera. No obstante, los buchitos, puñados o besos de algo parecido a la felicidad son bienvenidos por esquivos, infrecuentes o lejanos que se muestren.

Pido salud a mi alrededor, que el manotazo inesperado de la enfermedad no me dañe ni arrebate a mis seres queridos. Pido también fuerza y coraje para desviar los trenes que van cómodos a estaciones muertas o infelices. No siempre están las fuerzas, los trenes no las esperan.

Pido tiempo. Más tiempo y menos trabajo. Para usarlo en cosas apasionantes o para perderlo mirando, tocando, pensando, escuchando, escribiendo. No tengo ningún deseo de jubilarme de mi trabajo (por ahora) pero sí necesito un sabático que pare máquinas en mis horarios y calendarios. Pido veranos largos y aburridos, no mirar el reloj ni el calendario. Pido no perder tanto tiempo peleando con lo fútil para poder pelear por lo valioso ni, como en la canción de Serrat, llegar siempre trade donde nunca pasa nada.

Pido menos vida virtual y más de carne y hueso. Menos pantallas y más piel, más miradas, más voces. Pido menos ruido y furia en las pantallas y más reflexión. Más silencio. Más conversaciones y lecturas y menos pitidos, iconos y vibraciones. Prefiero que me tiemblen las manos (por una buena causa) a que me vibre el móvil en el bolsillo. Más tiempo con amigos, más vinos, más charlas, más complicidad.

Más lecturas, más tiempo para digerirlas.

Socialmente pido una sociedad más justa y unas perspectivas de futuro menos ominosas para mis hijos. Sí, me da miedo. Menos (o ningún) machismo y desigualdad. Menos mezquindad y mendacidad en la política. Un país por el que luchar por hacerlo mejor. Menos postureo y lemas resultones, más implicación y honestidad. Menos demagogia, más respeto por los ciudadanos.

En mi trabajo pido dar mejores clases, ayudar más y mejor a mis alumnos a aprender y a crecer. Pido seguir implicado y vivo en mi relación con la enseñanza. Pido seguir cabreándome con la mezquindad, la mediocridad, con el desprecio a algo tan valioso como el aprendizaje. Pido que las autoridades y la sociedad respeten la enorme trascendencia de la Educación para nuestra sociedad. No ha ocurrido en las últimas décadas ni está ocurriendo ahora.

¡Y un Scalextrix!

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