PARA MAÑANA…

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Vuelve la Educación a las noticias y a las discusiones. Esta vez no es para abochornarnos con estadísticas sobre la eficacia de nuestro sistema educativo. Ahora toca discutir la idoneidad, conveniencia, utilidad, eficacia, proporcionalidad de los deberes escolares. Hay tema. E interesante. Me temo que ¡otra vez! la opinión pública y publicada vuelve a equivocar miradas y diagnósticos. Otra vez nos quedamos mirando el dedo cuando señala un problema.

Como en otros temas educativos, las opiniones mezclan objetivos, causas, consecuencias y deseos. Los “opinaores” profesionales en prensa y radio escriben y hablan de oído, urgidos por apuntarse a posturas (que les dan de comer) sin pararse a analizar en profundidad un tema que desconocen (como el resto de temas de los que hablan). La gente en la calle puede tener el problema más a mano, como padres, pero me temo que tampoco conoce a fondo la idoneidad o inconveniencia de asignar “deberes” a los escolares. Los docentes nos vemos metidos una vez más en una batalla en la que nos lloverán hostias gane quien gane. Muchos docentes opinamos “en defensa propia”, y muchos confundimos cantidad con eficacia.

No hay dudas entre los expertos en temas educativos sobre la conveniencia de extender el proceso de aprendizaje más allá del espacio y el tiempo de la escuela. Como refuerzo, como complemento, como apoyo a lo que debe ocurrir en las aulas: el aprendizaje. Tampoco nadie duda de que el esfuerzo personal y la creación/consolidación de hábitos de trabajo forman parte esencial de cualquier proceso educativo (no sólo en la escuela). Pocos dudan que nuestra sociedad está fomentando entre los jóvenes el peligroso espejismo de garantizar la felicidad y la consecución de deseos sin que medie el mérito ni el esfuerzo. Tampoco parece cuestionable que la asunción de la frustración y la dificultad son esenciales en la formación de un individuo.

Creo que el debate sobre los deberes es conveniente y necesario, pero me alarma la profusión de falacias y confusión alrededor del problema. Cuestionar la idoneidad del enfoque de los “deberes” en nuestras escuelas e institutos –la cuestiono- no significa descartar que sea necesario el trabajo del alumno fuera de la escuela. Pienso que en muchos casos los deberes de nuestros alumnos son excesivos, inadecuados, descoordinados y, sobre todo, peligrosamente ineficaces. El miedo a dar a los alumnos el equívoco mensaje de que su éxito académico (y vital) no depende de su trabajo, mérito y esfuerzo lleva a muchos a la equívoca ecuación que identifica la cantidad de trabajo con la eficacia en el aprendizaje. No podemos derivar al espacio y al tiempo familiar lo que debe suceder en el aula (y las familias no deben hacer lo contrario, tampoco).

Me cuestioné hace años la eficacia del trabajo en casa de mis alumnos. Llegué a la conclusión de que mucha de la tarea que les encomendaba no les ayudaba a aprender en la proporción del tiempo y esfuerzo dedicados. Los buenos alumnos aprovechan la clase para aprender, no necesitan hacer ejercicios repetitivos en casa. Los alumnos que han aprendido a perder el tiempo (y nuestro dinero, mucho) en las aulas, simplemente, ni contemplan la posibilidad de trabajar en casa. Son sólo diez o doce (¡en cada clase!). La necesitarían, pero no la harán. En medio se nos queda un porcentaje muy elevado de alumnos (sobre un 40%) que tiene problemas para aprender de manera efectiva y proporcionada en el aula y que también tiene problemas para aprovechar la tarea en casa para aprender. No la entienden, la hacen de manera mecánica sin comprobar su corrección e idoneidad, sin aprender. No me parece efectivo “castigar” a los buenos alumnos con tareas que no necesitan ni darme por satisfecho con el tiempo y trabajo (suyo y mío) perdido que no ayuda a los estudiantes que necesitan apoyo y refuerzo.

Soy partidario de que los alumnos trabajen en casa, pero eliminando todos los aspectos ineficaces que he mencionado con anterioridad. Sí rotundo a los deberes proporcionados, coordinados entre profesores, adecuados a las necesidades del estudiante. Hay mucho que leer, estudiar, investigar, practicar, escuchar fuera de las aulas y de los nefastos libros de texto. Me parece peligrosísimo que los alumnos vinculen su trabajo con la ineficacia, acabarían despreciándolo. Con razón. Me parece muy razonable una rutina de una hora de carrera continua diaria, 200 abdominales, pesas, natación…para la formación de un atleta, pero ¿para la de un pianista?

No sé cuántas veces he escrito el verbo aprender en este texto. Muchas, supongo. Todo lo que se haga que lo propicie, bienvenido. Todo lo que lo impida o no lo consiga, prescindible (la mayoría de exámenes, por ejemplo). Los verbos estudiar, trabajar, esforzarse, perseverar…son esenciales…si acaban en aprendizaje.

Otro efecto saludable del debate sobre el trabajo fuera de las aulas es plantearnos qué está pasando dentro de ellas. Asómense. Hay tema, también.

Para el lunes: 1.-Subraya en rojo las ideas principales y en azul los argumentos que las desarrollan 2.- Haz un resumen (aprox. 100 palabras) del artículo 3.- Contesta el cuestionario adjunto. 4.- Escribe un texto argumentativo sobre el tema en inglés (250 palabras)

¡Feliz fin de semana!

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