DISCREPANCIAS Y AQUIESCENCIAS EN LAS REDES SOCIALES.

DISCREPANCIAS Y AQUIESCENCIAS EN LAS REDES SOCIALES

Las redes sociales, entre otras cosas, ofrecían una magnífica oportunidad para expresar y debatir ideas, conocer puntos de vista de gente, contrastar visiones de asuntos de interés. Lo siguen siendo, pero va ganando terreno con fuerza aplastante la intolerancia, la simplificación, la descalificación de cualquier discrepancia o matiz en las discusiones sobre temas “sensibles” de los foros.

La distancia que propician las pantallas y los teclados facilita esta contundencia dialéctica, esta pintura ideológica a brochazos que no admite gamas de colores. La mayoría de asuntos importantes se resisten a verlos o pintarlos de blanco o negro, como en la pajillera novela, hay decenas de tonos del gris. Nos sentimos más cómodos amparados en las trincheras desde las que disparar a ciegas que saliendo a campo abierto a debatir, y a admitir matices o revolcones dialécticos a nuestras ideas.

La reacción puede variar desde la aquiescencia o el silencio cómplice a la autocensura y la retirada. Ninguna me parece justa ni enriquecedora. Discutir sobre política, inmigración, economía, feminismo, educación, medio ambiente, acoso sexual, sentencias judiciales…puede ser algo enriquecedor y necesario. El riesgo a ser tachado, sin necesidad de argumentación ni sustento dialéctico, de feminazi o machista, de fascista (éste es el mejor) o bolivariano, de xenófobo o buenista, de retrógrado o charlatán…es enorme a poco que se discrepe o matice en un debate en el que sólo cabe repetir la misma idea con leves incorporaciones de chistecitos facilones, exageraciones, lemas de catálogo y, en muchos casos, falacias o, directamente, falsedades. La figura del matón dialéctico domina en los foros, su descalificación más o menos ingeniosa de los argumentos discrepantes suele ser acogida con la misma connivencia cobarde (más vale estar del lado de los ganadores…) del resto de foreros que en las actuaciones no virtuales de los distintos tipos de matones o sobraditos dialécticos.

No sólo arriesgamos la libertad de expresión (nadie nos obliga a participar en estos debates) sino, aun más penoso, que perdemos la posibilidad de aprender y mejorar nuestros puntos de vista con opiniones fundadas de otros. Al final puede predominar un mínimo común de adhesión/rechazo que nos acerca más al brochazo que a las pinceladas.

Corremos serio riesgo de perder una valiosa plataforma de debate y quedarnos con su exitosa función de álbum de fotos interactivo y de concurso de adhesiones inquebrantables a frasecitas resultonas. Las etiquetas mencionadas más arriba no son siempre inadecuadas; hay ideas y reacciones machistas, homófobas, reaccionarias, ingenuas, desinformadas a las que hay que seguir llamando por su nombre. No obstante, el abuso de las etiquetas suele resultar en vaciamiento de contenido del calificativo. Si llamo fascista a todo el que se oponga a mis ideas, no sabré qué calificativo usar cuando aparezca un verdadero fascista.

Otorgar a nuestros posicionamientos todas las bendiciones éticas y hasta estéticas y privar de consideración a los ajenos nos lleva a una ceguera peligrosa. Nos refugiamos tras etiquetas ideológicas “resultonas” para proteger nuestros argumentos como el niño que se esconde tras sus manitas ante una situación de miedo. Sería también conveniente que esos parapetos ideológicos guardaran cierta coherencia con el comportamiento real de la gente. Ocultar estas incoherencias es más complicado en la vida diaria, analógica, en que nos vemos las caras y nos conocemos (fuente también de empatía), tremendamente fácil en las redes sociales donde la distancia o el anonimato nos mantiene a salvo de que nos den con nuestra incoherencia en la boca o nos dé vergüenza airearla.

Otro tema interesante es la formulación de teorías e interpretaciones sobre temas sobre los que no tenemos la más remota idea (yo, de la mayoría). Cuando veo el arrojo con que aireamos nuestra ignorancia sobre algún tema que sí conozco extrapolo e imagino que la contundencia argumentativa de muchos “opinaores” en otros temas adolece de la misma ignorancia y el mismo desparpajo (vulgo desvergüenza).

¡Y no me llevéis la contraria, panda de fascistas intolerantes!

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